miércoles, mayo 27, 2009

Periandro, un tirano del siglo VI a.C.



Periandro fue gobernador de Corinto a principios del siglo VI a.C.. Sobre él solo se guardan 7 datos históricos, que a pesar de ser tan pocos, han permitido al autor novelar su biografía con ágil ritmo y con un lenguaje que, de elegante y bello, toman al lector y lo hacen pasear dócilmente por sus líneas, mientras nos muestra una historia plagada de deidades que atienden a los poderosos para bien y para mal. Esta es la historia de un gobernador arrastrado por el destino como buen griego de la época clásica. Al ser asediado por las Erinias, deidades que representaban el complejo de la culpa, y al estar obseso con el rescate de su mujer Melissa, asesinada por él mismo en un ataque de ira, desde el hades, cae inevitablemente en la locura, el crimen y el suicidio.
Sus logros comerciales como gobernador hicieron florecer a Corinto, transformándola en un próspero puerto que no pudo escapar a los vicios propios de tan cosmopolita realidad, asunto que San Pablo evidenció en sus epístolas posteriores. Como señala el propio autor, «Tanta prosperidad y tanta ansiedad se resumen en la respuesta de la Pitia a la consulta de Periandro en el oráculo de Delfos: ‘Periandro ha puesto el pan en un horno frío’».

Es la oportunidad para que los amantes de la historia conozcan la intimidad de un personaje del que poco se ha escrito, como también para quienes han gozado de libros como Alexandros, pues el relato ameno de la historia es siempre un mundo fascinante por descubrir.

La primera página del libro dice:

"Son más de seiscientos años de impaciencia, de estar adheridas , aferradas a la saltas piedras de las montañas, cubriéndolas con los jirones impalpables de sus cabellos de serpientes, de sus carnes, venas, tendones resecos y polvo de sus huesos revueltos en túnicas desgarradas. Carecen de materia. En cada sol, con suaves temblores del aire ardiente y bajo lunas impasibles, ateridas del frío translúcido, han ido asimilando cada curva, cada arista y penetrando hasta lo hondo resquebrajado de las rocas.
Esta noche, el grito súbitamente enmudecido que les trajo el viento las ha desprendido de las piedras, de las manchas rojas y doradas impresas por sus manos y sus pechos sangrientos. Sus ojos y sus bocas tienen ahora la estructura de la ira. Se convocan con aullidos inaudibles. Cuando se alzan en el cielo nocturno, titilan violentamente las estrellas. Como aves de presa, giran sobre la ciudad.Su número crece a cada instante con nuevas llamadas. Acuden del oeste, del Killini, del norte, del Parnaso, del este, del Geranias, del sur, del Oligirtos, de las cumbres de los Taigetos, de los Parnon y de los Panakhaikon. Pronto se les unen otras que vienen montadas en golpes de viento, sobre las aguas oscuras del mar desde el Lefke, el Ida, el Dicte de Creta, desde Rodas, sobrevuelan islas, golfos, se adelgazan en las gargantas y estrechos desde Tracia. Hay tantas que ya son casi invisibles las órbitas que surcan y las sendas por donde vienen.
Bajan a la ciudad, atisban por las ventanas en rachas heladas."

Esta es una oportunidad de gozar del placer del buen uso del lenguaje, en una muy entretenida historia de vida.