miércoles, mayo 14, 2008

Reseña de Germán Liñero

Enrique Germán Liñero, ironía y buena prosa

Por Reinaldo Edmundo Marchant
Escritor






"Esa tarde, el maestro recomendó a su discípulo: Si los árboles no te dejan ver el bosque, córtalos...", dice el microcuento "Consejo", breve relato inserto en el libro Entre Sol y Sombra (Ediciones Mar del Plata, 2007), del escritor Enrique Germán Liñero. Son más de veinte excelentes relatos, donde abunda el buen humor, la ironía y la prosa con oficio, esa de antaño, la de los maestros, y que tanto se añora en los textos que atiborran el mercado, algunos con nombre de planta, otros de árboles y frutas envenenadas, que carecen, precisamente, de lo que sobra en Liñero: talento literario.

En efecto, Enrique Germán Liñero pertenece a esa generación algo perdida por la ruidosa imperfección del sistema: un Walter Garib, Virginia Vidal, Enrique Volpe, Roberto Araya, distinguidos y reservados literatos, que todavía escriben y publican creaciones que nos recuerdan que la fabulación es asunto de imaginación, destreza, humor, manejo irracional del lenguaje, y una perfecta simbiosis de realidad y locura melancólica. La ficción sigue siendo el mejor instrumento cuando se trata de novelar.

Sumergirse en los cuentos de Liñero es participar de una fiesta para los sentidos. No hay espacio para la abulia. Ni para los abúlicos. Su narrativa sencilla, natural, demasiado clara en su precisión, conduce al gozo, al esparcimiento del espíritu. Su libro, resulta el manual ideal para aquellos prosistas que ignoran que el saber contar es, por sobre todo, entretener.

Para muestra, un botón:

"Después de recorrer el mundo de norte a sur y de este a oeste, regresó convertido en un idiota global...(Viajero)".

Y este otro:

"Y yo me dije a mí mismo, y yo me respondí. Desde ese instante, muy enojados, no hemos vuelto a conversar...(Diálogo)".

Hay en Entre Sol y Sombra, relatos más largos, tradicionales en su estructura, que, con un estilo ágil, casi de deportista de las letras, ofrecen un argumento endemoniado, pero que la alegre habilidad del autor permiten un desenlace inesperado, con una lucidez en su descripción que hace evocar a los grandes cultores de este género.

Por instantes remece su delicada capacidad de observador crítico de una sociedad que se desmorona, aspecto que sin duda utiliza en el montaje de sus personajes que representan el absurdo y la idiotez humana, el movimiento lento y hostil de las cosas, y, máxime, la caricatura de lo efímero que hoy se vende a modo de tranquilizantes en los boliches.

Un aire de felicidad otorga encontrar a la vista estos relatos que seguramente no aparecerán en los escuálidos espacios literarios, ni menos estarán en las vitrinas de la calle Huérfanos. Leerlos, es adentrarse en los mejores códigos de la creación artística, es respirar la vieja y querida narrativa de los que saben, de los estudiosos, de aquellos seres extraños, solitarios, que tienen esa condición de decir algo diferente, original, estético.

Para Enrique Germán Liñero no existe escuela, corriente literaria, generaciones, nada. Sólo le importa escribir exageradamente lo que analiza, transformar bellamente lo que inventa, proyectar auténticamente sus emociones, sus ángeles y demonios, y hacerlo de espalda a las academias, a la fama y a toda la podredumbre que vanamente intenta empaliceder a las plumas que valen y que importan.

Si alguna vez se hiciera una grandiosa antología del cuento chileno que abarque a los mejores autores del siglo anterior, Enrique Germán Liñero, y los escritores señalados más arriba, tendrían un lugar de privilegio, por el genio, la ironía y la buena prosa.

Este artículo aparece en http://letras.s5.com/rm180207.htm

miércoles, mayo 07, 2008

El castellano de Chile en la Morgue

"El castellano chileno está en la UTI o en la morgue"



El catedrático chileno de la lengua española Jaime Campusano fue enfático al decir que el idioma chileno se “encuentra en crisis y la culpa la tienen los profesores de castellano, los líderes de opinión y los medios de comunicación”, al exponer su cátedra “El estado actual del castellano en Chile”, en la ciudad de Rancagua.

Los asistentes escuchaban atónitos las frases de Campusano, lo que para mí era un festín, ya que todas me servían para sacar titulares fuertes y como a nosotros los periodistas nos gusta. Claro, no es común escuchar a una persona que apunte sus dardos a sus propios colegas, y los culpe por la “involución del lenguaje”.

“Cada país tiene mejor castellano que nosotros. Estamos en crisis, existe una involución de la lengua. Estamos muy avanzados en el deteriorado estado, si es casi otro idioma. Y la culpa la tienen los profesores de castellano, que enseñan mal desde un comienzo. También los lideres de opinión, que hablan mal, y los medios de comunicación que escriben y hablan mal”, disparó Campusano sin pelos en la lengua.

Según el catedrático de la lengua española, los profesores enseñan mal desde el momento en que los niños de la básica tienen el ramo de castellano: “solamente escriben las palabras en la pizarra y no enseñan a articularlas. Aquí se producen los problemas porque los niños no entienden y no saben pronunciar”, subraya Campusano, y sostiene que el correcto idioma español debe ser escrito y hablado como corresponde.

Y por el lado de las comunicaciones, bueno “es por ahora el enemigo número uno del lenguaje”. Aquí destacan los medios audiovisuales, donde existe “una cantidad de vendedor de pomadas. Siliconas bien formadas son las líderes del lenguaje. Aquí están los opinólogos idiomáticos”, dijo el periodista y profesor de castellano.

En esta instancia, destacó el neologismo, que son las nuevas palabras que se crean e incorporan al lenguaje, producto de los “famosos opinólogos de la televisión”. Una palabra que para Campusano es parte de los más de “100 errores” que posee el lenguaje castellano. En la oportunidad, solamente expuso veinticinco, los más “demandados por los chilenos”.

A medida que reviso lo que estoy escribiendo, me doy cuenta que cometo alguno de ellos. Pero, “es normal, ya ninguno de nosotros se salva. Si existe alguien, trágame tierra”, apoya el colega y expositor del “El estado actual del Castellano en Chile”. Para hacer más dinámica la charla, Campusano invita a los presentes: profesores, escolares y demás autoridades, a presentar sus consultas sobre alguna frase en particular y sus significado. Esto, sin duda fue lo que más entusiasmó a todos.

Como no, si al momento de explicar la ambigüedad, cualquiera se reiría: “Pañales para adulto desechable: yo no tengo nada de desechable. Único dueño con vista al mar: que raro él solamente tiene acceso a la vista del mar”.

“La articulación y la dicción en el lenguaje están enfermitas. La ortografía esta en la UTI. Existe un hambre gramatical donde los chilenos se comen las los artículos. Ejemplo: Serena, ya no dicen La Serena. En 20 años más, todos vamos a terminar hablando con abreviaciones. Existe una involución semántica de las palabras: por favor, ahora viene el porfa. Hay palabras que ya no están. El diccionario se convierte en un cementerio”, destaca Campusano.

Además, de las culpas mencionadas, el decano de la Uniacc agrega que tuvimos mala suerte porque llegaron a colonizarlos personas poco cultas. “El hombre culto llegó a los Virreinatos. Acá había que atravesar una montaña inalcanzable. Un desierto que por lo demás es el más seco del mundo. Por eso no se atrevían los cultos a llegar. Solamente Ercilla puede caer dentro de los cultos, pero solamente estuvo nueve meses”.

Y frente a la ola de modas que han surgido este último tiempo donde destacan los pokemones, que además utilizan nuevas jergas, el profesor es comprensivo y dice que “cuando uno es joven, se encuentra en una búsqueda de lenguaje y de otras cosas. Pero con el tiempo, se les va quitando. Este es un ejemplo de que en época moderna, donde todo se vive a la carrera, el lenguaje se esta llevando a la carrera”. Habrá que esperar mucho, porque conozco a pokemones que llevan más de tres años con la moda.

Como una manera de solución, que comparto plenamente, “todos deben acercarse más al mundo de la lectura para poder solucionar un poco la crisis del lenguaje”, remata Jaime Campusano, un infatigable luchador por la mejora del lenguaje chileno.